Saltear al contenido principal

Paseo estival por la Sierra de Grazalema

Paseando por el Valle del Caíllo

Bien merece la pena madrugar para pasear por la Sierra de Grazalema, aún en pleno verano cuando ni el ganado se sumerge entre sus montañas. El Arroyo del Pajaruco estaba seco y la Cascada del Mitano era tan solo una huella de verdín sobre la roca. Aún así, un paseo circular vespertino recarga las energías a cualquiera.

Partiendo de Benaocaz, y con regreso al mismo municipio, recorrimos un total de 11 km entre bosques de encina, majuelo, lentisco y matagallo. En esta época del año la chicharra suena de manera perenne, y el viento seco nos regala aromas dulces y frescos de menta silvestre, tomillo y jara.

Una especie autóctona de cardo salpica las zonas más secas. Los lugareños nos cuentan que les llaman alcauciles, como a las alcachofas, y que son comestibles y muy tiernos.

Mariposas amarillas nos acompañan en el devenir. Varias vacas con sus becerros nos observan en la distancia lidiando con las moscas a la sombrita, a pocos metros ya del pueblo. El valle del Caíllo luce verde e impasible frente a la época estival, seguramente por las aguas subterráneas que lo atraviesan. No nos olvidemos que Grazalema presenta uno de los índices pluviales más altos de la península, como muralla que es frente a los vientos provenientes del estrecho cargados de humedad.

Y es que nuestra pequeña Sierra tiene poco que envidiar a otros parajes. En poco más de 50.000 ha ofrece una diversidad sorprendente de fauna y flora, un pulmón enorme en este rincón Sur. Pasear por ella resulta siempre placentero y perfecto para conectarse, con la tierra y con uno mismo, en cualquier época del año.

Volver arriba